Siempre quise decírtelo
Una vez, de tantas, que me ha dado un desasosiego mental, en mi inquietud de buscar soluciones a la ansiedad me dio por meditar, cosa que no había hecho antes.
Como era la primera vez que iba a hacerlo, y ya que no tenía ni idea de cómo empezar, me metí en “San Google”, este gran solucionador de problemas, para que me resolviera mi gran duda. Tras apenas 2 minutos de búsqueda y lectura, opté por la opción de una meditación guiada para principiantes, que viene a ser: música tranquila acompañada de una voz en off que va guiándote hacia una relajación profunda.
Me puse los cascos y le di a play.
Empezó a sonar una melodía suave del tipo “flauta de pan peruana”. De repente, comenzó a hablar una voz femenina con un tono aterciopelado, sereno y lento:
– "Imagínate en un lugar plácido en el que te sientas segura, en paz y tranquilidad. Siente tu respiración" – Patatín, patatán.
– “Respira…” – Patatín, patatán.
Y sin entrar en muchos más detalles de todo lo que esta señora explicaba con voz de ir fumada, lo siguiente a imaginar era a una persona con las mismas características del lugar donde me idealizaba estar. Que, en resumidas cuentas, esa persona me transmitiera buenas vibras. A este individuo/a había que imaginarlo andando hacia mí desde lo lejos.
– "Esa persona, a la que reconoces, se acerca lentamente a ti"–
– “Inhala, exhala…” –
Al principio no conseguía pensar en alguien con claridad, por lo que la cabeza de mi futuro acompañante estaba con un alto grado de desenfoque gaussiano, vamos, borrosa, pero seguía andando y acercándose poco a poco a mi yo zen.
He de puntualizar que en ese momento yo me imaginaba sentada, frente a una playa desierta con acantilados verdes frondosos a los lados, a mi espalda había una casita de madera un poco cochambrosa. ¿A ver por qué motivo era una casita cochambrosa y no una mansión de milloneti? Al fin y al cabo ese espacio me transmitía todo lo que la voz yonqui me exigía.
El tema es que cada vez veía a esa persona más cerca, y en vez de relajarme me estaba poniendo nerviosa porque todavía no le había puesto cara. Mi mente buscaba esa jeta como si de una máquina tragaperras se tratara, las ruletillas luminosas girando, esperando el gran premio, avances, 1, 2, 3, vuelvo a tirar, clín, clín, clín, clín. Finalmente opté por poner la cara de Brad Pitt. Y ya está.
Bien, ya tenía el rosto de mi persona.
Lo siguiente:
– “Esa persona llega a hasta ti, y se sienta a tu lado. Pregúntale sobre las dudas que tengas de las cosas que te inquietan”. –
– “Inhala, exhala…”–
Y yo, ahí, sentada, al lado de Brad Pitt, al que podía hacerle la pregunta que yo quisiera.
Vaya panorama.
Y Brad Pitt tenía todas las respuestas.
– Oye Brad, ¿me va a tocar la lotería? –
– Pues que mierda. Si no echas. –
En resumidas cuentas, esto venía a ser un diálogo interior. Yo misma me estaba contestando a mis propias preguntas. No me fue mal la cosa, hasta funcionó; después me sentí mejor.
Hoy por hoy, en momentos de desasosiego, sigo recurriendo a la misma técnica, en la que fui variando al individuo, de Brad Pitt, pasé a imaginarme a Henar Álvarez, luego idealicé una imagen de Dios, como la que sale en los Simpson, y ya en estas últimas veces soy yo misma, mi mejor versión en la que me acerco a mi versión más dramática. Me desdoblo. Por un lado, está:
Vanessa Top: tranquila, apaciguada, serena, confiada y con una sonrisa y mirada cómplice. ¡Ouh yeah!
Y por otro:
Vanessa Down: pena + pena.
Es ahora Vanessa Top la que responde preguntas a Vanessa Down. Pero llegó el día en el que no fue suficiente. Necesitaba refuerzos.
Y es cuando empecé a imaginarte a ti.
Tú también andabas hacia mí junto a Vanessa Top. Ambos os acercabais a mí, os poníais en cuclillas, uno a cada lado, y me abrazabais. Y eso era más que suficiente para sanar.
Luego imaginaba que me cogíais de la mano cada uno a un lado y era feliz, porque en ese momento noto una sensación de sujeción, lo que me aporta sosiego, relajación y seguridad. Tan solo es imaginar tu mirada acariciando la mía y puedo notar como las pulsaciones de mi cuerpo descienden hasta llegar a un estado normal. Tu sonrisa mi paz, y tu mano mi refugio.
Porque en la vida real, cuando me has cogido de la mano, aún sin hacer el ademán, yo me he sentido segura.
Coger de la mano es acompañar, guiar, escuchar, y simplemente es estar.
Seguramente te haya idealizado en ese rincón de mi imaginación que me da paz. Pero me funciona.
Aun así, gracias por haber estado, por esos abrazos apretados. Gracias por ayudarme a cerrar heridas que escuecen tanto que a veces amargan, y sin tú darte cuenta de ello.
Y finalmente, gracias por ser quien más me inspira a la hora de escribir, aún sin tú saberlo.
Siempre quise decírtelo.
Sonríe
=D
Os dejo con esta canción melódica con la que me topé mientras escribía esta entrada, y me ha gustado, sobre todo la parte del piano: "Undercurrent" de Jónsi
Comentarios
Publicar un comentario